En la segunda jornada del juicio, Máximo Thomsen, Lucas y Luciano Pertossi, Enzo Comelli, Ayrton Viollaz y Matías Benicelli fueron reconocidos por los amigos de la víctima.
El juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa sigue este martes con los testimonios de los amigos del joven asesinado por un grupo de rugbiers frente a un boliche de Villa Gesell en enero de 2020. Muchos de ellos no sólo fueron testigos, sino también víctimas: los golpearon cuando intentaron detener la feroz golpiza.
En el inicio de la segunda jornada también declaró el suegro de Fernando y reconstruyó las horas posteriores al crimen.
Los ocho imputados, jóvenes rugbiers de Zárate, fuertemente custodiados por un equipo especial del Servicio Penitenciario Bonaerense, pudieron oírlos desde la primera fila de la sala de audiencias del centenario Palacio de Tribunales de Dolores.
Máximo Thomsen, de 23; Luciano Pertossi, de 21; Ciro Pertossi, de 22; Lucas Pertossi, de 23; Ayrton Viollaz, de 23; Enzo Comelli, de 22; Matías Benicelli, de 23, y Blas Cinalli, de 21, se ubicaron en las dos primeras filas, en líneas de cuatro del lado de las ventanas que dan al primer piso de Tribunales, sobre la calle Belgrano, que amaneció vallada de esquina a esquina.
Fernando Báez Sosa tenía 18 años. Murió por los golpes que recibió de una patota a la salida de un boliche en Gesell.
La docena de agentes penitenciarios que los custodiaron solo les sacaron las esposas al momento de ubicarlos en la sala. Ellos, en apariencia imperturbables, aflojaron un ápice sus barbijos. Detras de la línea de agentes, algunos familiares los acompañaron durante la audiencia.
Cuando Graciela entró a la sala, no los miró. Enfiló derecho hacia el estrado de los jueces María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lazzari, y de frente a ellos comenzó su relato. Pero al concluirlo, yéndose, hizo una pausa para mirarlos y, según leyó en sus miradas, «ellos no están arrepentidos».
Graciela Sosa y Silvino Báez al salir de la primera audiencia por el crimen de su hijo. Foto: Andres D’Elia
«Sentí como madre que no estaban arrepentidos para mirarme de esa manera», dijo la mamá a los periodistas tras la audiencia. Contó que, a pesar de ello, no llegó a Dolores «en busca de venganza, lo que queremos es Justicia».
Las declaraciones de Graciela Sosa y Silvino Báez se oyeron después de planteos de nulidad que hizo la defensa de los ocho rugbiers, que encabeza desde el primer momento el abogado Hugo Tomei.
No fue necesario que el defensor revelara cuál iba a ser la estrategia que asumiría. No bien comenzó a dirigirse al Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 1 quedó claro que su intención no es contrarrestar las pruebas que surjan en el debate, a partir de los testimonios de decenas de testigos y de evidencia científica, sino que insistiría en pedidos de nulidad que ya le fueron negados en instancias previas.
Al tomar la palabra, el abogado de los papás, Fernando Burlando, sostuvo que los imputados “acordaron y planearon emboscar con la intención de matar a Fernando Báez Sosa» y que «lo hicieron luego de un incidente menor dentro del local bailable Le Brique, donde la víctima y las personas que la acompañaron intentaron calmar los ánimos, evitar una pelea, recomponer la situación”.
A pesar de dicha actitud, siguió Burlando, los imputados «tomaron la decisión de matar y mataron». El abogado dijo a los magistrados que desde la querella van a «demostrar que el asesinato de Fernando Báez Sosa tuvo como mecánica un asalto por ambos flancos de la víctima».
«Vamos a demostrar que los acusados tendieron esa noche un verdadero cerco humano con la finalidad de asegurarse actuar sobre seguro y tener certeza que su presa no iba a poder eludirlos, mucho menos contar con ayuda, ayuda que demostraremos que otras personas quisieron otorgarle y no pudieron debido a la muralla infranqueable que construyeron sobre la víctima».